abr
24
2010
Templarios hoy I
Posted in Historia 0 comentarios
La supervivencia de la Orden del Temple.
Por Christopher Knight
Por Christopher Knight
Desde que en el año 1119 un pequeño grupo de caballeros diese origen
a los “Pauperes commilitones Christi Templique Salomonis” (Pobres
caballeros de Cristo y del Templo de Salomón, conocidos también como
Orden de los Caballeros del Temple), con el objetivo de proteger a los
peregrinos que visitaban Palestina tras la primera Cruzada; hasta el 11
de marzo de 1314 en que fue ejecutado Jacques de Molay, Gran Maestre de
los Templarios, transcurrieron dos siglos de la historia de una de las
organizaciones más enigmáticas que nunca han existido.
La
leyenda de la Orden del Temple comenzó a forjarse a partir del suplicio
del último gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay y Geoffrey de
Charney, preceptor de Normandía, ardiendo “a fuego lento” en una
hoguera de la isla de los Judíos de París, frente a la gran catedral de
Nôtre-Dame, un fatídico lunes, 18 de marzo de 1314.
Si uno se molesta en seguirle la pista a los Templarios a lo largo de
la Historia de la Literatura, descubrirá que el interés por la Orden
Templaria no es un asunto exclusivo de nuestra época, donde cada año se
editan centenares de títulos sobre el mismo tema, sino que la
fascinación por los “Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de
Salomón” ha sido una tónica general a lo largo de los siglos por todo
tipo de intelectuales y literatos. Así, por ejemplo, y ya que este
artículo va destinado a lectores de su cultura, en España: Benito
Jerónimo Feijoo y Montenegro escribe el ensayo "Sobre la causa de los
Templarios", incluido en sus "Cartas Eruditas I " en 1742. Aunque ya
otro español Pérez de Montalbán, discípulo de Lope de Vega, había
compuesto una comedia de titulada "Los templarios", en 1638. Voltaire
les dedicará el capítulo 66 de su Historia Universal, "Du supplice des
templiers et de l´extincion de cet ordre", en 1753. Y Johan von
Kalchberg publica el drama histórico Die Tempelherren en 1778,
considerando al Temple como una encarnación histórica de la "masonería
eterna", existente desde tiempo inmemorial.
Seis años más tarde, en 1813, se publicará la aportación científica
más importante al tema templario en el siglo XIX: "Monument hist.,
relatifs à la condamnation des chevaliers du Temple, et l´abolition de
leur Ordre", obra de Raynourd, y en la que guarda un elocuente silencio
por lo que respecta a la relación entre la Orden del Temple y los
masones.
Dentro del Romanticismo español, Bécquer y
Espronceda también incluyeron a los templarios en alguna de sus obras.
Pero será Enrique Gil y Carrasco quien publique, en 1844, la más
lograda novela histórica de esa época literaria, "El señor de
Benbibre", inspirada en la desaparición de la Orden de los Caballeros
Templarios en España.
Podríamos seguir citando obras y obras
que ejemplifique la fascinación que la cruel historia de estos
caballeros ha supuesto en todas las épocas, desde el “Parzibal” de
Wolfram von Eschenbach hasta este momento. Pero queremos llamar la
atención sobre un escritor y una obra que resume de forma
inusitadamente absoluta todo cuanto tiene importancia en la tradición
del tema templario.
Nos referimos a Zacharías Werner, considerado por muchos el heredero de
Schiller y que publicará en 1803 la obra teatral "Die Sohne des Tals"
("Los Hijos del Valle"), un poema dramático de nada menos que 750
páginas, un autor, por cierto, de verdadero “culto” entre los adeptos a
las organizaciones esotéricas que florecieron en la Alemania del siglo
XIX y principios del XX y que acabaron dando un sentido místico
religioso a la ideología nazi, siendo el caldo de cultivo de la misma.
Se trata de una pieza dramática verdaderamente enciclopédica, que hace
desfilar ante los ojos del lector la multiplicidad de hechos que tienen
relación con la leyenda templaria. No sólo se recapitula la historia de
la fundación y de los doscientos años de existencia de la Orden, o se
presentan de manera plástica todos los usos rituales de los templarios
acreditados históricamente, en escenas que por ejemplo exponen una
asamblea del Capítulo de la Orden, los ritos de iniciación de un
neófito o la expulsión de un caballero insubordinado, sino que también
se hallan todos aquellos elementos legendarios surgidos de las
acusaciones levantadas durante el proceso inquisitorial, de la nueva
interpretación masónica y de su empeño por resucitar la Orden y de su
inversión polémica durante los años de la Revolución. Vemos la
misteriosa imagen del ídolo venerado por los iniciados, vemos al
neófito que ha de pisotear la Cruz y renegar de Cristo; escuchamos la
profecía de la pronta muerte del Papa y de Felipe el Hermoso, así como
aquella otra que interpreta la prisión de Luis XVI en el "Temple" y su
ejecución en el patíbulo como desquite por la aniquilación de la Orden.
Como colofón, se nos ofrece cómo tras del martirio de Jacques de Molay
algunos miembros de la Orden escapados a la persecución prestan un
solemne juramento para mantener en vida secretamente la Orden, y
emprenden la huida hacia Escocia para ponerlo en práctica
inmediatamente. Pero el mito que Zacharias Werner –quien desde su
juventud había tomado parte activa apasionada en las corrientes
masónicas de su época– sitúa en el centro mismo de su poema dramático,
es el mito de los Superiores Desconocidos de la Orden, que en cierto
modo es una encarnación pseudo-histórica de la idea de la
"francmasonería eterna". Por ello se titula la obra de Werner “Los
Hijos del Valle”, porque éste es el nombre de aquella misteriosa
cofradía que habita en una gruta subterránea y gobierna los destinos de
la humanidad según un plan soteriológico místico que abarca toda la
historia universal. Ellos son los verdaderos autores del hundimiento de
los caballeros templarios. El rey Felipe el Hermoso fue simplemente el
ejecutor inconsciente de su voluntad. No es que aniquilasen a los
templarios porque éstos fuesen una secta perversa; los templarios, muy
al contrario, participan también en cierto modo y medida de la verdad
última. Su error consiste en que no mantuvieron esta verdad lo
suficientemente oculta en una época en la que la humanidad no estaba
madura todavía para recibirla y comprenderla, y en que, por tanto,
causaron un gran daño con su anuncio prematuro. Como podemos ver aquí
está prefigurado lo que, en el XIX y XX sería conocido como el reino de
Agharta, que tanto obsesionó a los discípulos de la teósofa Madame
Blavatsky y a muchos miembros del gobierno nazi de Hitler.
Cuando la Orden del Temple fue disuelta por la bula pontificia, sus
bienes fueron mayoritariamente entregados a la Orden de San Juan de
Jerusalén o Caballeros Hospitalarios (hoy llamada Orden de Malta) y a
las órdenes militares de la Península Ibérica, como es el caso de la
Orden de Montesa en España y la de Cristo en Portugal, que fueron
creadas expresamente para recibir a los caballeros templarios que
participaban en la Reconquista. Pese a ello, no es fácil descubrir en
estas órdenes ninguna de las posturas desviacionistas de la ortodoxia
católica, de las que fueron acusados los Templarios, ni tampoco
comprobar que mantengan ritos sospechosos de ser susceptibles de
herejía. Es posible que estas órdenes no hubieran recibido los posibles
secretos del Temple.
0 comentarios:
Publicar un comentario